sábado, 7 de diciembre de 2013

Abandonar tierras gallegas no es fácil, esa morriña que te invade cuando estas fuera de ella, ese sentimiento que te une a hablar con otros de tu Galicia con un brilliño en los ojos. Ya falta poco.
Pero desde luego que esta ciudad atrapa, algo hay en cada rincón de ella  que te enamora, que hace que sufras cierto síndrome de Stendhal, en el más suave sentido.
Aunque, sin duda, son dos las cosas que destaco de la lejanía con lo "mío" (aunque mío empieza a ser muy relativo), y es que, por una parte, veo que mi intuición no falló al pensar en las personas que siguen, que me siguen y a las que deseo seguir, personas con las que te une cierta cosilla que la distancia no hace que la rompa; por otra parte, me quedo con personas que ya quiero como a las que más, que se han convertido en mi familia, nunca creía en esto, pero es cierto que cuando las circunstancias te impulsan a ello acabas formando una pequeña familia muy bonita, que te suaviza todo.

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